sábado, 9 de junio de 2012

No tocar las bicicletas


¿Puede un museo recrear el pedaleo ligero sobre dos ruedas? Acudimos a Seseña para comprobarlo.

Por Javier de Frutos, en el periódico Diagonal

El pasado 18 de mayo, con motivo Del Día Internacional de los Museos, DIAGONAL visitó el Museo del ciclismo que las instalaciones de la empresa Würth albergan en la localidad toledana de Seseña.


En realidad ésta debería ser la crónica de una no-visita, pues, el día anterior, alguien que contestó al teléfono en Würth nos informó de que el museo estaba cerrado y de que no había noticias de que fueran a volver abrirlo. Pese a este contratiempo, no faltaban argumentos para acercarse hasta Seseña y tampoco escaseaban los ingredientes: un museo cerrado en el polígono industrial adyacente al epicentro del estallido de la burbuja inmobiliaria… “Inaugurado en 2004, el primer museo del ciclismo abierto en España permanece olvidado en el interior de una fábrica. Al fondo, la urbanización de Seseña y sus envejecidos pisos piloto parecen lo único visitable de la zona”.En fin, ése podría haber sido el arranque. Tal vez escribiendo Estado español en vez de España y comprobando si aún existen por allí pisos piloto, el texto no iría mal encaminado.

Sucedió en cambio que, al llegar a la fábrica de Würth, nos atendió en la entrada una mujer muy amable que, tras facilitarnos las tarjetas magnéticas para franquear los tornos, nos explicó con detalle cómo acceder a la exposición. Así que a las tres de la tarde pudimos contemplar en una sala diáfana, bañada con luz natural, cerca de un centenar de bicicletas que dan cuenta de un siglo de historia de ciclismo. No coincidimos con nadie. Tampoco había vigilantes siguiendo nuestros pasos. Sólo la sensación de que las cámaras de seguridad nos acompañaban y frenaba la tentación de tocar. “No tocar” podría ser el lema del Día Internacional de los Museos.

Ligereza

La primera parte de la exposición reúne una muestra de bicicletas de principios del siglo XX: artilugios de hierro con freno de varilla, faro delantero y una bolsa de herramientas en la parte posterior del sillín. Ya contienen la ligereza y simplicidad de esta máquina que, en su esencia, apenas ha sufrido variaciones desde entonces. Los componentes son ahora menos pesados y más resistentes, y los cambios permiten adaptar la pedalada al terreno, pero el sentido de la bicicleta es el mismo: un cuadro con sillín y manillar, dos ruedas alineadas y los pedales que a través de la cadena hacen girar un piñón y ponen en movimiento la rueda trasera.

Puede contemplarse la bici de Bahamontes en 1947, una Orbea de cuadro rojo con llanta de madera


La segunda parte es un terreno reservado para los aficionados. Puede contemplarse la bici de Bahamontes en 1947, una Orbea de cuadro rojo con llanta de madera y sin cambio; la Razesa de 14 velocidades utilizada por Ocaña en los años ‘70; la austera Olmo con la que Marino Lejarreta marcaba una época en los ‘80, o la Trek con la que Contador ganó el Giro de 2008.

Un último espacio está dedicado a glosar la trayectoria de Federico Martín Bahamontes, el ciclista toledano que ganó el Tour de Francia en 1959 y cuyos recuerdos nutren buena parte del museo: maillots propios y otros dedicados a él por grandes corredores, trofeos, folletos del Tour, recortes de prensa, etc.

Pero donde quizás está concentrada la extraña belleza del ciclismo es en una escultura hiperrealista que se puede contemplar a la entrada de la exposición. Se titula Walking in tall grass y es obra de Jan Nelson (Melbourne, 1955). Refleja la figura doliente del ciclista Joseba Beloki instantes después de su caída en el descenso del puerto de la Rochette, en el Tour de 2003. Aquel accidente marcó la carrera del corredor guipuzcoano. Nunca lograría recuperar el mismo nivel.

Detrás de una puerta

De modo que, nada más atravesar la puerta de entrada a un museo rarísimo en una fábrica toledana de la multinacional Würth –una empresa alemana de tornillos, anclajes y otros componentes–, el improbable espectador se encontrará con la escultura yacente de Joseba Beloki. Una imagen dramática. Mejor no detenerse mucho mirando el rostro del corredor. Se acaba de romper el fémur, el codo y la muñeca derecha. El asfalto derretido de una maldita curva ha tenido la culpa. Lance Armstrong ha logrado esquivarle y recorre ahora campo a través la distancia que le separa de su quinto Tour.

Al abandonar las instalaciones de la fábrica, la misma persona que nos facilitó la entrada se interesó por nuestras impresiones. En invierno no viene mucha gente, pero con el buen tiempo sí que aparecen visitantes, nos aclaró.


Imagen: La caída de Joseba Beloki vista por Jan Nelson en su escultura Walking in tall grass (2004). MÓNICA ANTÓN BRAVO

No hay comentarios:

Publicar un comentario